Llamativa y profunda es la relación entre la visión de Miró y la de otro genio capaz de plasmar poesía sobre el lienzo: Vassily Kandinsky.
Es indudable que Miró estaba muy lejos de la abstracción lírica del pintor ruso. Su cosmogonía era telúrica, firmemente aferrada a la tierra.
Pero los paralelismos entre ambos son poderosos: Miró había quedado fascinado al descubrir la obra de Kandinsky en los años veinte. Escribiría Miró: «Recuerdo sus pequeñas exposiciones en la Galerie Zack y en la Galerie Jeanne Bucher, en el boulevard de Montparnasse. Sus gouaches me llegaban al fondo del corazón, se podía, al fin, escuchar música al mismo tiempo y leer un bello poema. Eso era algo mucho más ambicioso y profundo que el frío cálculo de Sectión d’Or» [el colectivo asociado al cubismo y el orfismo]
Se conocieron y entablaron gran amistad cuando el pintor ruso se mudó a Francia en 1933. De nuevo Miró: «Tuve el honor de tratar a Kandinsky desde que salió de la Alemania nazi para instalarse en París. En aquellos momentos todos los maestros se negaban educadamente a aceptarle, los críticos le tildaban de profesor de escuela y ponían la etiqueta de trabajos de ganchillo a sus cuadros.
Este Gran Príncipe del espíritu, este Gran Señor, vivía muy aislado, sólo veía a muy pocas personas, que le eran totalmente fieles.
André Breton nos hablaba de él como de alguien que había ido más allá de la pintura y que nos aportaba la inspiración de Oriente«.
También establecieron una estrecha relación sus respectivas esposas: Pilar Juncosa y Nina Andreevskaya. Se creó un poderoso vínculo personal: fueron juntos de vacaciones, Nina y Vasily estuvieron en Mont-roig en 1935, expusieron juntos en varias ocasiones e intercambiaron pinturas.
Finalmente, se sabe que Kandinsky visitó a la familia Miró en su refugio de Varengeville al menos una vez.
La admiración mutua era enorme, casi mística ¿Cómo no iban a influenciarse el uno al otro?
Los universos de formas orgánicas, la afinidad de sus formas y colores, la expresión del mundo interior del artista y de su visión imaginaria…
Kandinsky nunca buscó la abstracción pura, carente de referencias del mundo real: siempre hay una realidad mental o natural detrás de sus obras abstracta. Ciertamente, la visión final de Vasily es abstracta y la de Miró simbólica.
Pero ambos desarrollan un universo de ingravidez, un espacio sin horizonte en que las figuras se revelan en todas direcciones, con el dinamismo de una coreografía y la vehemencia del color puro.
Mientras Kandinsky desarrolla una obra que se aproxima a la música, las Constelaciones de Miró se acercan a la danza.
Una danza cósmica, en que el universo entero constituye una unidad, con el impacto emocional del color.
Fuente: Galerías de Arte Barcelona. Autor: Edi Kastas
Kandinsky y Miró: Una amistad artística
En la vibrante escena artística del siglo XX, las relaciones entre artistas a menudo han sido fuentes de inspiración y desarrollo creativo. Uno de los encuentros más significativos fue el de Vassily Kandinsky y Joan Miró, dos gigantes del arte moderno cuyas obras revolucionaron la manera en que entendemos el arte abstracto y surrealista.
La amistad entre Kandinsky y Miró no solo se basó en un profundo respeto mutuo, sino que también se convirtió en un terreno fértil para la exploración artística y la influencia creativa. Aunque provenientes de diferentes contextos culturales y estilísticos, encontraron puntos de convergencia en sus visiones artísticas y en su búsqueda de la expresión emocional y espiritual a través del arte.
Una de las influencias más evidentes fue el intercambio de ideas sobre la abstracción. Kandinsky, conocido como el padre del arte abstracto, compartió con Miró su fascinación por liberar al arte de las limitaciones de la representación figurativa. Esta influencia se refleja en la obra de Miró, quien experimentó con formas abstractas y símbolos surrealistas, dando lugar a un lenguaje visual único que exploraba lo irracional y lo intuitivo.
Del mismo modo, Miró influyó en Kandinsky con su enfoque surrealista y su uso innovador del color y la forma. Aunque Kandinsky se centraba principalmente en la abstracción geométrica, la obra de Miró despertó en él una nueva apreciación por la libertad creativa y la experimentación visual. Esta influencia se puede observar en algunas de las obras tardías de Kandinsky, donde se percibe una mayor fluidez y espontaneidad en las formas y los colores.
Además de las influencias estilísticas, la amistad entre Kandinsky y Miró también fue una fuente de apoyo emocional y creativo. Se escribían cartas regularmente, compartiendo ideas, reflexiones y proyectos artísticos. Esta conexión personal ayudó a alimentar la creatividad de ambos artistas, brindándoles un sentido de comunidad en un mundo artístico en constante cambio.
En última instancia, la relación entre Vassily Kandinsky y Joan Miró fue mucho más que una simple amistad; fue un diálogo creativo que enriqueció las trayectorias artísticas de ambos artistas y dejó una marca indeleble en la historia del arte moderno. A través de su colaboración informal y su intercambio de ideas, Kandinsky y Miró trascendieron las barreras del tiempo y el espacio, creando un legado artístico que continúa inspirando a generaciones de artistas en todo el mundo.